Jugar es algo natural para muchos seres vivos. En nuestro caso, lo hacemos desde la infancia, cuando a través de diferentes actividades lúdicas exploramos y aprendemos sobre nuestro entorno. Y en el caso de muchos, lo continuamos haciendo aún en la adultez aunque con fines meramente recreativos.
Estamos acostumbrados a jugar en diferentes momentos y por diferentes razones. Podemos jugar de forma individual o acompañados. Además de que jugar es algo que se da en todas las sociedades y culturas del mundo. De ahí que se le considere como un fenómeno ubicuo (Cardoso et al. 2021). No obstante, los beneficios de jugar pueden ir más allá de la diversión o el aprendizaje.